Sin manera humana de asombrarnos mutuamente, sólo queda ser sensatos y aceptar que siempre fuimos satélites de amplia trayectoria, tantas veces intangibles, de aquellos que sólo alumbran cuando dejas de buscar.
Y si al final, dormimos sin hablarlo, no nos influirá de modo alguno.
Y al despertar, si lo hemos olvidado, quizás no habrá final.
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